2001: Experiencia internauta en el 3er mundo

El relato que constituye esta entrada puede parecer de naturaleza tercermundista y eso estaría muy bien porque de hecho lo es.

Frecuentemente me pongo en el modo de lo que acá se llama "Viejo choto". Básicamente es un conjunto de pensamientos, emociones y acciones relacionados con una nostalgia muchas veces exagerada.
En este último arranque nostálgico, me remonté a aprox. el año 2000.
Vivía en un pueblo ubicado a orillas de una ruta nacional. En ese momento, mi pueblo natal, que tuvo como origen la explotación clandestina de yerba mate y té, rondaba los 70 años de su existencia y tenía menos de 10 mil habitantes.
Yo tenía unos 7 años y leía unas revistas, que quizá conozcan, llamadas PC Users y PC Magazine. Existen hasta el día de hoy. Miraba, además, un programa de televisión sobre videojuegos llamado Nivel X. Tanto la revista como el programa de televisión hacían mención frecuente de una tecnología (probablemente en ese momento la habré llamado "cosa") llamada Internet.
Para navegar en Internet se requerían básicamente 3 cosas: una computadora, un navegador y una conexión telefónica a Internet. Yo solo cumplía con los 2 primeros requisitos así que se me ocurrió una idea que hoy considero muy simpática: anotar en un cuaderno (de color azul y que tenía un logo de YPF) todas las direcciones de Internet que escuchaba o leía. Es decir, lejos de estar interesado en un tópico en particular yo estaba interesado en la experiencia internauta y por ende ingresar a cualquier sitio me daba lo mismo. Es más, la fascinación que despertaba en mi era tal que le mencioné de la existencia de dicho cuaderno y mi voluntad de prestarlo a mi hermano que estudiaba en una ciudad cercana donde, según entiendo, existían los cibercafés.
Mi hermano no solo no le dio mucha importancia a mi documento sino que al poco tiempo, por otras razones creo, se fue a trabajar a otra ciudad. Su partida me generó sentimientos encontrados: aunque no me agradaba la idea de que él estuviera lejos, amaba la idea de que su computadora (que tenía la tecnología de punta de un Pentium 3) quedara a mi cuidado.
Nos comunicabamos telefónicamente con cierta frecuencia y durante una de estas breves conversaciones él me comunicó la idea, poco creíble, de que teníamos Internet en casa. Claro que para mi eso resultó un chiste de mal gusto, era imposible que tengamos Internet si incluso cada cierta cantidad de aburrimiento informático yo abría el navegador solo para imaginar que cosas podría estar viendo "allí dentro" si tuviera Internet.
Pero lo cierto es que sí, lo teníamos y el próximo fin de semana que volvió a casa lo configuró para que nos funcione.
¿Cómo es que teníamos Internet? Resulta que en ese momento el gobierno nacional pagaba cuentas de Dial-Up a colegios secundarios para que éstos dispongan de estos servicios en unos centros llamados CTCs*. Lo cierto es que esa cuenta no era utilizada por nadie. El colegio -había uno solo- de mi pueblo en ese momento no tenía los recursos físicos y humanos necesarios para mantener en funcionamiento este CTC. Esa cuenta de Dial-Up, asegurada por un contrato de varios años, brillaba por su no utilización y la "tomamos". Este hecho, si bien me permitió conocer Internet, me produce hoy una gran indignación. No admito que hubiera chicos que no tuvieran acceso a la autopista de la información solo por una cuestión de gestión. No soy hipócrita, tampoco es que a mi se me hubiera ocurrido, sino hasta muchos años después, intentar hacer en casa un CTC o hacerme cargo en lo que pudiera. Esas ideas vienen con un grado de lucidez social que un chico pueblerino del siglo XX y que no alcanzaba los 10 años, no tenía. Para que mi indignación no parezca sobredimensionada debo aclarar que el episodio ocurrió unos 5 años antes de que en el pueblo se abriera el primer cibercafé y unos 10 años antes de que el uso de Internet comenzara a masificarse debido a la disponibilidad de los teléfonos celulares.
Hoy día soy, y de alguna manera siempre lo fui, un gran fan de la libertad de la información y esta oportunidad de compartir que yo también tuve y no aproveché me produce un poco de culpa. No sé como se sentirán hoy todas aquellas personas que desaprovecharon ese proyecto nacional, probablemente no les importe, sobre todo porque sólo estaban cumpliendo su trabajo y descartar ideas por falta de recursos es algo bastante común por estas zonas. De cualquier manera, estoy sumamente agradecido por haber podido tener acceso temprano a estas locas máquinas que llamamos, siempre pienso que de manera injustamente aburrida, computadoras y a su gran potenciador que fue y sigue siendo Internet.


*El significado de las siglas escapa a mis recuerdos.

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